martes, 24 de noviembre de 2015

Desde el mismo día en que nací, me acompañan: el pensamiento, la sombra y el sueño.

Durante el día, de la sombra y el pensamiento soy consciente de todos y cada uno de sus movimientos, aunque, a decir verdad, no les controlo. La sombra: unas veces camina delante, otras detrás e incluso a veces se sitúa bien a la derecha, o bien a la izquierda.

El pensamiento por el contrario, suele actuar a su libre albedrío, aunque sobre este mantengo cierto control, pero a veces me dejo llevar hasta donde él quiere, y la verdad es que me produce grandes satisfacciones; él actúa libremente y me puede situar cronológicamente: en el pasado, el presente y/o incluso en el futuro.

Hay muchas veces que me cuesta controlarlo, y me trae verdaderos quebraderos de cabeza, sobre todo, cuando se empeña en centrarse en algún asunto desagradable o que sencillamente, este no es aceptado por mi testa.

El sueño, lo tengo controlado y, si mi libertad laboral lo permite, suelo dividirlo en dos veces al día. Una después de comer, o sea, echarme una siesta, de una hora como mucho, y la otra es cuando al terminar el día decido irme a dormir, este periodo es más largo y suele estar entre siete u ocho horas.

Es durante este periodo, cuando estoy durmiendo, la sombra trata de convencer al pensamiento a través del sueño, casi siempre lo consigue, y es entonces cuando se apartan de mí y se van por ahí, a su libre albedrío y todo lo que estos viven o visitan, tengo constancia a través de los sueños, estos se encargan de hacerme saber las juergas de la sombra y el pensamiento.

Por las mañanas, cuando me levanto y vuelvo a sentir el pensamiento, hay veces que este me confunde, hasta tal punto de hacerme recordar cosas que incluso no sé distinguir si en realidad se trata de un sueño o de algo vivido por mí con anterioridad o que haré en el futuro.

Estas cosas me ocurren incluso de día y estando bien despierto, soy consciente y, es por ello, que a veces llego a pensar que la vida que creemos vivir, tal vez, podría consistir en eso: un simple sueño y vete a saber el estado real de ese ser que percibe todas esas cosas.

«Posiblemente, el ser humano en sí, no sea más que el reflejo de algún ser con capacidad de pensar», y como ejemplo: las células del organismo, estas son capaces de actuar por sí mismas, sin necesidad de haber pasado por la Universidad; de estas, las más especializadas son las neuronas… y, puestos a imaginar, quién nos puede asegurar que la vida que creemos vivir: no es más que el recuerdo almacenado en una neurona de un ser que padece Alzheimer.

En fin, la vida puede ser tantas cosas, que: quizás sea mejor tratar de vivirla aun sin llegar a comprenderla. 

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