martes, 24 de noviembre de 2015

Hay que aprender a ver con otros ojos…

Escrito el 18 de diciembre de 2010


Si en otoño caminamos junto al río y vemos que las hojas se han caído, que los árboles están desnudos, que en el suelo está aquello que tiempos atrás era bonito y colorido... Si lo miramos con esos ojos, no seremos conscientes de que eso que ocurre, no es más que el inicio de una nueva etapa para que en un futuro próximo todo vuelva a vestirse con las mejores galas, y así, el árbol recobre todo su esplendor y lozanía... Y, es por ello, que: hay que entender que eso forma parte de la vida de los árboles de hoja caduca y, son etapas que este ha de superar para desarrollarse y crecer como una planta que es... 

Y, si cuando todas sus hojas y los frutos caen al suelo, nos hacen sentir tristeza, desolación, frustración…, hemos de asumir que es algo que tiene que suceder así tal cual…; ya que así así, las hojas caídas servirán para que el fruto sacrificado se nutra de ellas absorbiendo todo su jugo para comenzar con alegría una nueva vida...; ya que, de algún modo, a las personas que viven y perciben la Vida con angustia, desesperanza y tristeza, les pasa inadvertido todo aquello que acontece en su cotidianidad sin prestar la mínima atención a tantas pequeñas cosas, bonitas y agradables que hay a su alrededor.


Y, si tenemos en cuenta aquello de que: «No hay mal que por bien no venga», tal y como aparece registrado en el Refranero español, me hace pensar que, tal vez, los acontecimientos tengan que suceder con tanta crudeza, simplemente para que no pasen inadvertidos y aprendamos a valorar los hechos y detalles que pasan desapercibidos. Y, haciendo otra vez uso del mismo libro: «Vale más una gota de miel, que un cántaro de hiel», partiendo de nuestras propias experiencias, a veces, surgen dudas y no hallamos respuestas, ¿qué es lo que nos impide ver las cosas de otra manera?..., decirte que: escuches tú voz interior, ya que, si encuentras tu verdad dentro de ti, entonces no habrá necesidad de buscar nada más. Y, aunque parezca un argumento insostenible, me atrevo a decir que: todas las respuestas que necesitamos, están en nuestro interior: ya que así lo percibo, vivo y transmito.

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