domingo, 22 de noviembre de 2015

Sentimientos encontrados...

Escrito el 22 de septiembre de 2014

Ayer, al ir a buscar el pan, como viene siendo habitual desde que mis tareas como albañil se vieron reducidas hasta la nada, acompañado por mi cariñosa y fiel podenca, algo me llamó la atención al disponerme a cruzar por el paso de cebra que está frente a la puerta de la transitada panadería: un hombre, cuyo aspecto me produjo sentimientos encontrados.

El susodicho vestía un gabán de paño gris tan oscuro y manido que parecía negro, el cual le cubría justo por debajo de las rodillas. Los desnudos pies, además de la gruesa capa de roña, perceptible a simple vista, estaban embutidos en unos agrietados y retorcidos zapatos. Su grisácea y desaliñada cabellera, así como su mal afeitada barba eran acordes a su indumentaria. Pero no ha sido eso lo que me ha llamado la atención, sino lo que contaré después de explicar la primera impresión, tras salir de la panadería. «Pobre hombre, otro que está dejado de la mano de esta injusta Sociedad», pensé mientras entraba al establecimiento.

   —Hola, buenos días —dije para saludar a Beatriz, la panadera.

   —Hola... ¿crees que lloverá hoy?

   —La verdad es que es algo que, como la política, no me preocupa lo más mínimo... Total, al final, ambos harán lo que les venga en gana... —y, tras recoger y abonar el importe de la barra de pan—: ¡hasta mañana, Bea!

   —Adiós —dijo sin más ella.

Al retornar a la calle, el individuo mencionado en el primer y segundo párrafo, se había posicionado de tal manera que, sin quererlo, observé como se pasaba de una mano a otra un fajo de billetes de cincuenta euros tan ajados si te descuidas como su prenda de abrigo, y cuyo grosor me hizo pensar que la cantidad podría andar entre los novecientos o mil euros. «Pobre hombre, como se descuide un poco aparecerá algún pájaro y le quedará desplumado en menos que canta un gallo», pensé creyendo que podría tratarse de algún enfermo mental y estuve a punto de dirigirme a él con la intención de advertirle de los peligros que podría conllevar su actitud; pero la final opté por guardar silencio y durante el camino «A ver si va a ser más listo de lo que creo y en vez de ser un indigente con las facultades mentales mermadas: no es más que el señuelo para llevar a cabo algún tipo de timo», he pensado antes de sentarme frente al ordenador para dejar constancia de lo que he presenciado.

Puede que, tal vez, las conclusiones a las que he llegado se deban a la imaginación que poseo; pero ¡vete tú a saber! que puede haber detrás de una persona de esas características, ya que, un ser así no pasaría inadvertido ante los ojos de cualquier viandante, a excepción que este sea invidente.

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