martes, 22 de diciembre de 2015

Mi afición al futbol…

Escrito el 13 de mayo de 2013



Siendo niño, a una de mis primas le tuvieron que operar de quistes hepáticos, al parecer, según señalaron los médicos, estos debieron ser transmitidos por algún perro; ya que, por aquella época eran solo eso y aún no habían adquirido la consideración de mascotas y ni siquiera se tenía costumbre de vacunarlos y, como consecuencia de aquello, mi padre, que en paz descanse, nunca me permitió tener ni meter un perro en casa. Pero aquella determinación, en lugar de persuadirme, incrementó el deseo de tener uno, y allá por el año 1975, aprovechando que, la Chuli, una de las perras que andaba suelta por el barrio, había parido siete cachorros, a los que enseguida encontramos dueño, de hecho me quedé con uno que era todo negro, a excepción de un rombo en la frente y una tira estrecha que le nacía justo debajo de la nuez y le llegaba hasta las patas delanteras de color blanco.
  
Recuerdo que el mismo día que nació le cortamos un trocito de rabo con una navaja y este fue engullido por una grajilla que estaba criando un amigo mío; a continuación le curamos con mercromina, le pusimos esparadrapo y unos días después el cachorrito estaba como si nada hubiese ocurrido. Le puse por nombre Nelo y era tanto el cariño que sentía por él que sobre todos mis cuadernos y objetos personales, incluido en un balón rezara «Nelo y yo».

Por aquél entonces me gustaba el fútbol y aunque no era forofo de ninguno tenía como favorito al Real Madrid y estaba apuntado en el equipo del colegio. Los sábados solíamos ir a ver o jugar todos los equipos escolares de la ciudad   en el campo de La Isla o donde tocase. Reconozco que nunca fui muy acertado a la hora de jugar y que, tal vez por eso, mi dorsal fuera el número 13… en resumidas cuentas, quiero decir, que acudía todos los sábados con entusiasmo y lo único que hacía era estar preparándome y recogiendo los balones que salían fuera, es decir, que la única ocasión que tenía para chutar con la izquierda era esa o por el hecho de que hubiese faltado alguno de mi equipo. Nelo me acompañaba a todos sitios y quiso la casualidad o el propio Destino que ese día me tocase ejercer de defensa desde el primer minuto. Me hizo tantísima ilusión que no me di cuenta, o no lo recuerdo, de haber atado a mi fiel amigo a uno de los muchos árboles que había en las inmediaciones, mientras jugaba. Ese día lo tengo grabado  como algo reciente, cuando terminamos de jugar, que por cierto, ese día ganamos, al llamarle y no venir, comencé a buscarlo por todos los rincones a la vez que preguntaba desesperado que si lo habían visto y, al dar por hecho que alguien me lo habría quitado, porque él no se iba a ningún sitio sin mí, fue tal la frustración que sentí, que: no sé si fue por ese motivo solo o por la desilusión de que me sentía utilizado; pero el caso es que desde aquél fatídico día, el fútbol dejó de  motivarme. Algo que a día de hoy estoy más que satisfecho y la verdad es que no entiendo, aunque respeto, que se puedan alterar tanto los aficionados. Mirándolo bien, me he librado de muchas disputas innecesarias por algo que genera mucha riqueza, pero para su propio beneficio; ya que, cuando los equipos tienen grandes deudas somos el pueblo los que tenemos que correr con ellas. Bueno así lo veo, puede que no sea del todo así, pero vamos que tampoco me preocupa mucho. Sin embargo, el número 13 no lo considero para nada nefasto, pero esa historia será para otro día…

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