martes, 16 de febrero de 2016

Libro Así soy, vivo, pienso, siento y escribo...



Narración


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Escrito el día 10 de septiembre de 2011 a la(s) 19:40

Cada día estoy más convencido de que me hubiese gustado más haber vivido en el siglo pasado… Desde siempre, y en cualquier época, las personas humildes o pobres como queramos llamarlos, pasaron estrecheces y dificultades para sobrevivir.

No hace falta que nos remontemos al principio de la historia: en mi caso particular me tocó vivir los coletazos del final del siglo XX y voy a hablar de lo que viví en mi infancia:

Pertenezco a una familia humilde o pobre como prefieran llamarlo: nací en el seno de una familia obrera en la década de los 60' y soy el segundo de cuatro hermanos, tres chicas y un varón, y, a pesar de que nos criamos en un Barrio Obrero donde las calles ni siquiera estaban asfaltadas, donde creo recordar que había como 4 o 5 coches, algunas motos y muchas bicicletas. Por aquel entonces este constaba de unas 500 viviendas, la población era abundante, ya que las familias más pequeñas eran de 4 miembros. Desde pequeños aprendimos que era bueno compartir con todos lo poco que tuviésemos, pues, la convivencia de nuestros progenitores con los demás vecinos era como si se tratase de la propia familia y cuando uno tenía que hacer obra en su casa todos colaborábamos y, cuando tus padres tenían que ir a algún sitio, cualquier vecino te daba de comer y lo que necesitases. Las puertas de las viviendas estaban siempre abiertas y si tenías que subir a casa a por algo, cualquier vecino te dejaba pasar a la suya antes de que subieras hasta el 4º piso. Podría seguir enumerando durante horas y horas, pero creo que con esto será suficiente para hacerse una idea.

También desde niños nos inculcaron que teníamos que ayudar a cualquier persona que lo necesitase y en caso de que el/la socorrido/a quisiera agradecerlo, nunca aceptásemos dinero, pero si nos ofrecían una pieza de fruta o algún caramelo entonces sí y agradeciendo siempre el cumplido. Así es que todos los chavales en cuanto veíamos a una persona mayor cargada salíamos corriendo, no por el premio, sino por ayudarla: ya que otro día podía ser tu madre quién necesitase de ser socorrida.
El trato con las personas era más humano, más directo posiblemente debido entre otras cosas a que la mayoría de los hogares carecían teléfono y de tantas cosas que hoy se consideran básicas que cualquiera te echaba una mano y a las personas mayores les ayudábamos con cualquier dificultad que tuviesen.

Hoy, los tiempos han cambiado en muchos sitios, pero en La Data, el lugar donde nací, me crié y viví hasta los 29 años aún se conservan esos valores y principios que generación tras generación se han venido inculcando a los descendientes desde tiempos inmemoriales.

Mi madre que aun vive allí, cuando hablamos por teléfono: «Hijo la gente del barrio me quiere mucho, en cuanto me ven que estoy en la tienda comprando enseguida me dicen: «Sra. Carmen, traiga las bolsas que se las llevo hasta casa». Saber que los vecinos se preocupan de mi madre (que vive a 500 Km. de distancia de dónde resido desde hace 19 años) es algo que me satisface plenamente. Allí, tanto los jóvenes como las personas adultas siguen cumpliendo aquello que en su día aprendieron.
Bien, como he dicho anteriormente: los tiempos han cambiado, pero en mi caso particular, sigo haciendo con mucho cariño aquello que aprendí de niño y me siento muy querido por los que viven en el barrio donde resido, es más, me siento tan a gusto y feliz aquí, que me siento como si hubiese nacido aquí.


La verdad es que en ese aspecto no me puedo quejar, por donde quiera que he pasado he tenido la suerte de hacer buenos amigos y para mi eso es el mejor de los premios que un hombre puede recibir de esta vida: que para unos no es más que una mierda y, en cambio, para mi, Maravillosa.

1 comentario:

  1. Espero que nunca se pierdan esos valores que mencionas porque entonces no seremos ni personas siquiera. Afortunadamente aún queda gente generosa y servicial en todas partes :)

    Al leerte recordaba cosas de mi propia madre. Ella ve ya muy poco y cuando baja a comprar, nunca faltan estudiantes jóvenes que se ofrecen a leerle la nota de la compra y ayudarla a elegir lo que quiere si no ve bien las etiquetas. No la conocen de nada, son chicos jóvenes que alquilan pisos de estudiantes por cursos, pero son buenos muchachos. Eso me da esperanza en el futuro de alguna manera...

    Una entrada muy bonita, Francisco. Me ha parecido muy humana.

    ¡¡Un abrazo y feliz viernes!!

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