martes, 14 de junio de 2016

Capítulo II Episodio 3 ¿Víctima o Verdugo?

Sobremesa del 16 de febrero de 1986
Dos humeantes y vistosas tazas se hallaban sobre una barroca mesa de centro, y en torno a esta, sentadas en un conservado tresillo del siglo XV, las dos Marías degustaban unas las deliciosas pastas de té que, tras su paso por el aromático y oscuro líquido que contenían aquellas vistosas tacitas que formaban parte de aquel decorado y bien conservado juego de café que, sobre una bandeja de plata ocupaban el centro de la ovalada mesa; el mismo cuya lozanía impedía imaginarse que, además de estar realizado con auténtica porcelana japonesa, contaba con más de cien años de antigüedad; el mismo que había sido elegido por María Fernanda, por el hecho de haber observado el cambio anímico que lucía el rostro de su predilecta sobrina, y por considerar que esa actitud era merecedora de ser celebrada con todos los honores y medios disponibles a su alcance.

   –¿Sabe que le digo, tía? –soltó rompiendo el silencio.

   –¡¿El qué, hija?! –exclamó al escuchar la entonación que le daba, sin salir de su asombro.

   –Que, excepto por el dolor que me causa el tener que estar apartada de los míos, y en especial de mi bebito, después de haber estado dando vueltas y más vueltas y comparando los pros y los contras, y el poco dinero que he ganado sirviendo en las casas en las que he estado nada hace que me arrepienta de haber tomado ya la decisión.

   –¡¿De qué hablas?!

   –He decidido que no puedo perder más tiempo y quiero cambiar de oficio.

   El rostro de María Fernanda, al igual que el brillo de sus verdes ojos, evidenciaba la emoción que le embargaba en aquel instante.

   –¿Te ha salido algún trabajo mejor?

   –No exactamente, sino que…

   María Fernanda movía la cabeza hacia los lados con reiteración.

   –…quiero comenzar a trabajar en lo mismo que hace usted –dijo con tanta naturalidad como si de vender churros se tratase.

   –¿Estás segura?, mira que la noche es mucho más dura de lo que te puedas imaginar y tal vez…

   –No insista, tía, después de todo lo que hemos hablado desde que estoy con usted, lo tengo asumido y correré el riesgo. En casa de mis padres, como usted sabe, la plata es más bien escasa y siento la necesidad de comenzar a enviarles lo antes posible.

   –Está bien, es tu decisión y a pesar de no estar de acuerdo he de respetarla… Espero que entiendas que el hecho de que a mí me haya ido bien no significa que sea así para todas.

   –No se preocupe, tía. Sé y soy consciente de que cada persona es un mundo y que cada quien cuenta la feria según le va. Solo le pido un favor.

   María Fernanda le dedicó una mirada con ademán afligido.

   –¡¿El qué, hija?!

   –¿Podría interceder por mí, para hacerlo en el mismo local que usted?


   –Sí, claro. Imagino que ni a la Marcela ni al Kepa les importe… puesto que te verán como una oportunidad de incrementar sus beneficios.

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