domingo, 12 de febrero de 2017

Y si hablamos de escritores y objetivos…



Hacerte saber que:
La ardua tarea de escribir y los sentimientos encontrados son como el yin y el yang para el escritor novel y, por ende, anónimo o desconocido, o como mejor lo entiendas…
La energía positiva que nos genera el hábito de escribir, tarde o temprano, tiene que batallar contra el desánimo y la frustración que nos produce comprobar que las expectativas no se acercan, ni de lejos, a las conjeturas propiciadas por el convencimiento de que lo que exponemos merece ser leído. Claro, que, en ese sentido —sin necesidad de entrar en valoraciones literarias, los que estamos en minoría—, jugamos con la ventaja de saber de qué trata la obra, el porqué de su existencia y la necesidad de escribirla y hacerla llegar al mayor número de personas por el hecho de que perseguimos algo más que el mero entretenimiento. Y es por ello que te pongo al corriente de que: si me dejase llevar por las emociones y las desilusiones, es decir, si no controlase los impulsos o sucumbiera a los consejos o lógica que la negatividad y los malos pensamientos me suscitan cada vez que ofrezco la posibilidad de hacerse con cualquiera de mis novelas y los resultados me hacen ver y presentir que no les interesa la temática, posiblemente, habría desistido de alcanzar el objetivo que me incita a escribir; pero, como sé por experiencia, que ante las adversidades es cuando hay que crecerse, que las distancias largas se sobrellevan mejor pasito a pasito y que si te caes tienes que levantarte y continuar, en lugar de abandonar y lamentarte de las circunstancias y obstáculos que has tenido que sortear durante el trayecto recorrido. Y dicho esto, hacerte saber que nada ni nadie logrará apartarme de la meta propuesta y que seguiré escribiendo, leyendo e instruyéndome, mientras que mis quehaceres, la salud y el estado físico y emocional me lo permitan, porque el objetivo merece la pena, porque conservo la Esperanza y por creer en y concordar con el augurio gitano, es decir, con  el dicho tradicional en el cual se asegura que los gitanos no quieren que sus hijos tengan buenos principios, ya que eso supone que su final será desastroso.

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Gracias por la atención.

Saludos

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